El pasado viernes 12 celebramos la sexta y última micro conferencia de nuestro ciclo, "La historia de un hombre en el espacio", con motivo del 58 aniversario de la llegada de Yúriy Gagarin al espacio, impartida por nuestro alumno Iván Álvaro Herrero, historiador y estudiante de filología.
Algunos de los primeros pasos de la astronáutica los encontramos en Alemania, con la fundación de la Sociedad para la Navegación Espacial en 1927. Entre los miembros que entrarían en esta asociación se encontraba un joven destinado a jugar un importante papel, Wernher von Braun, que desarrollaría una serie de cohetes parta el ejército alemán, que se fueron modificando hasta llegar al modelo A-4, que en octubre de 1942 llegó a los 83 kilómetros de altura, convirtiéndose en el primer artefacto del que realmente se podía decir que había llegado al espacio. Ante la derrota segura de Alemania, Von Braun eligió los Estados Unidos como potencia a la que huir, llevándose buena parte de sus documentos. En cambio, algunos de sus compañeros fueron a parar a la Unión Soviética, aunque la mayoría fueron repatriados antes de 1958.
Más adelante, en 1955, abrió sus puertas el cosmódromo de Байконур, en Kazajistán. El lugar habitado más próximo era un pueblecito llamado Торетам (anteriormente Тюра-Там), zona que se había escogido un par de años atrás como el sitio ideal para establecer un campo de pruebas de cohetes militares de largo alcance. Desde este lugar, considerado como el cosmódromo más antiguo y grande del mundo, se lanzaría el primer satélite artificial, Спутник-1 (1957). En Estados Unidos y en países aliados se comentaba que habían sido los ingenieros alemanes los que habían permitido el éxito soviético, una simplificación que olvida la larga trayectoria con la que la URSS ya había contribuido a la historia de la astronáutica.
El secretismo soviético y la sensación de liderazgo norteamericana provocaron que el Sputnik fuera una sorpresa. Pese a ello, ya se habían producido avisos. En 1953, el presidente de la Academia de Ciencias de la URSS declaraba en una reunión internacional en Viena que la ciencia había llegado a un nivel que hacía factible lanzar una nave a la Luna y crear un satélite artificial de la Tierra. En 1955, un periódico moscovita describía planes soviéticos para lanzar un ingenio así.
Los Estados Unidos no hacían caso de tales anuncios. Sin embargo, las alertas sí que funcionaban a la inversa. En 1955, la Casa Blanca anunció que los norteamericanos lanzarían un satélite durante el Año Geofísico Internacional de 1958. En enero de 1956, la Academia de Ciencias de la URSS decidió poner en órbita un satélite. Incluso, posteriormente, anunció algunos ensayos que habían transcurrido con éxito. Sin embargo, no se dio suficiente importancia a tales trabajos, y por ello, el lanzamiento del Sputnik sacudió los medios de comunicación y los medios políticos. Finalmente, el 4 de octubre, un R7 (un misil balístico intercontinental que la URSS había lanzado con éxito en el mes de agosto del mismo año) ponía en órbita el Sputnik, un satélite de 58 cm de diámetro y 83,6 kg de peso que llevaba algunos instrumentos científicos. Muchos creyeron que había un error en el peso anunciado: debían de ser unos 8,5 kg, más o menos, como el modelo que proyectaban los americanos. Cuando se confirmó que la cifra real era de 83 kilos, el asombro dejó paso al pánico: si la URSS podía poner ese peso en órbita, el mismo cohete también podría hacer llegar una bomba nuclear a cualquier rincón del globo. Estados Unidos vivió una oleada de histeria. La reacción fue tan desproporcionada que pilló por sorpresa al mismísimo Nikita Jrushchov, que hasta entonces no se había dado cuenta del valor propagandístico de esta clase de avances. La consternación provocada tendría también efectos positivos. El impacto recibido obligó a reformar el sistema educativo norteamericano y a fortalecer las enseñanzas técnicas y científicas.
En plena Guerra Fría, el hecho revelaba no solamente una victoria tecnológica, sino que para muchos era también una amenaza militar, y para los soviéticos la demostración de la superioridad de su sistema. Aunque Eisenhower llamara despectivamente al Sputnik “una pequeña pelota en el aire”, la popularidad que inmediatamente consiguió el nombre del satélite demuestra que era mucho más. Los soviéticos lo habían bautizado como Sputnik Zemlyi, que significa ‘compañero de viaje de la Tierra’. Un cantante de ópera que consiguió llegar muy alto en poco tiempo se llamó «tenor Sputnik», mientras Frank Sinatra y otros artistas eran llamados «sputniks de Hollywood». El nombre también podía modificarse: en 1958 los rusos anunciaron un récord de velocidad para su reactor Туполев 114 y los americanos lo llamaron «Speednik». Y el fracaso del primer satélite americano, con el que se quería contrarrestar rápidamente el éxito de los primeros Sputnik, dio lugar a algún titular tan doloroso como «Kaputnik».
La siguiente ocasión de dar un golpe de efecto se presentaría a la URSS menos de un mes más tarde del lanzamiento del Sputnik 1. ¿Sería posible repetir el éxito para celebrar el 40 aniversario de la Revolución? Se construyó otro Sputnik en tres semanas, aprovechando una unidad de reserva del primero, al que se añadió un armazón externo con medidores de radiación y una cápsula hermética para un animal pequeño.
La URSS ya había hecho algunas pruebas enviando perros a la estratosfera mediante cohetes sonda, así que no fue difícil encontrar pasajero y cápsula adecuados, aunque no hubo tiempo material de realizar ninguna prueba ni control de calidad. El artilugio, que pesaba más de media tonelada, se instaló en el morro de otro R7 y el 3 de noviembre se convertía en el Sputnik 2, de 508 kg. A bordo iba una perrita de 6 kg capturada en las calles de Moscú, llamada Лайка, el primer ser vivo en entrar en órbita terrestre. El satélite tenía instrumentos para medir los efectos de la ingravidez en su cuerpo y otros para obtener datos sobre la radiación en el espacio. Estados Unidos intentó contrarrestar el segundo golpe acelerando el lanzamiento del cohete Vanguard, un proyecto de la Marina. Pero el fracaso del 6 de diciembre hizo que, por fin, Eisenhower diera vía libre a Von Braun y su cohete Juno 1, que el 31 de enero de 1958 puso en órbita el Explorer.
El lanzamiento de satélites siguió durante años, hasta que la URSS estuvo preparada para dar el siguiente golpe de efecto: el 12 de abril de 1961, Юрий Гагарин, con tan solo 27 años, se convertía en el primer astronauta de la historia, realizando un vuelo de 108 minutos a bordo de la Восток 1.
Menos de un mes después, la victoria que supuso la gesta de Gagarin fue contrarrestada por el vuelo suborbital de Alan Shepard el 5 de mayo. El 21 de julio, otro norteamericano, “Gus” Grissom, realizaría otro vuelo suborbital; y el 6 de agosto, otro soviético, Герман Титов, realizaría el segundo vuelo orbital, siendo la primera persona en pasar 24h en el espacio y dormir allí. No fue hasta el 20 de febrero de 1962 cuando un estadounidense, John Glenn, haría un vuelo orbital. Entre estos vuelos, en mayo de 1961, el presidente John Kennedy hizo el anuncio de que los Estados Unidos enviarían a la Luna un hombre y lo devolverían a la Tierra sano y salvo antes de que acabara la década.
Alan Shepard
“Gus” Grissom
John Glenn
Герман Титов
Otro logro soviético fue enviar a la primera mujer al espacio, Валентина Терешкова, el 16 de junio de 1963.
También fue un cosmonauta soviético, Алексей Леонов, quien efectuó la primera caminata espacial el 18 de marzo de 1965.
Además, en esta carrera espacial, también hubo fracasos, como la muerte del cosmonauta Владимир Комаров, quien fue el primer ser humano en morir en un accidente relacionado con la exploración al espacio cuando la Союз 1 se estrelló al regresar de su misión el 23 de abril de 1967.
La carrera hacia la Luna prosiguió con diversos altibajos, por dificultades técnicas y económicas, interferencias políticas y rivalidades personales y profesionales entre Сергей Королёв y Валентин Глушко, además de la muerte del primero en 1966, principal motor del programa espacial soviético; que dificultaron el camino soviético hacia la Luna.
En cambio, el proyecto Apolo, pese a lógicas dificultades y momentos delicados, como la muerte de la tripulación de la primera misión Apolo, el 27 de enero de 1967, durante un ensayo en la plataforma de lanzamiento; culminó con el viaje de Armstrong, Aldrin y Collins a la Luna. El proyecto Apolo contemplaba hasta la misión 20, pero las tres últimas ya no se llevaron a cabo.
Tripulación del Apolo 1 (Grissom, White y Chaffee)
Tripulación del Apolo 11 (Armstrong, Collins y Aldrin)
Pese a que después de la Luna muchos veían próximo el viaje a Marte, Von Braun constató que la exploración espacial no proseguiría. En mayo de 1972 marchó a una empresa privada. El mismo mes, Brezhnev y Nixon se reunieron en una cumbre que, según se decía, marcaba el inicio de la distensión. Los dos acordaron una misión espacial conjunta soviético-americana. La primera etapa de la carrera espacial llegaba así a su fin.
El programa espacial soviético se orientó, además de a la ocupación de la órbita terrestre con la serie Космос, a la exploración de varios cuerpos del sistema solar como fueron la Luna, Marte y Venus, a través del lanzamiento de las sondas Луна, Марс y Венера, respectivamente, que fueron enviadas a dichos astros entre finales de la década de 1950 y mediados de la de 1980; y entre sus logros se destaca la toma de las primeras fotografías de la cara de la Luna que no es visible desde la Tierra (1959) y la transmisión televisada de un alunizaje (1966), además de la colocación del Луноход 1 (literalmente ‘caminante lunar’), el primer robot que exploró la superficie lunar y transmitió datos hacia la Tierra (1970).
La Unión Soviética fue también pionera en la colocación de estaciones espaciales por medio del proyecto Салют, entre 1971 y 1982, las cuales recibieron misiones tripuladas mediante el acoplamiento de las cosmonaves Soyuz, que permitieron la realización de experimentos, entre ellos el estudio del comportamiento humano en condiciones de ingravidez.
La distensión que reinaba entre ambas superpotencias llegó también al espacio con la Misión Soyuz-Apolo (1975), organizada por las agencias espaciales soviética y estadounidense. El Soyuz 19 despegó de Baikonur con los cosmonautas Alexei Leonov y Valery Kubásov, y el Apolo fue lanzado desde el Centro Espacial Kennedy en Cabo Cañaveral con los astronautas Vance Brand, Donald Slayton y Thomas Stafford, quienes conformaron un equipo internacional de investigación que efectuó experimentos conjuntos, permaneciendo ambas naves acopladas durante casi dos días en órbita.
El establecimiento de la Ciudad de las Estrellas, en las proximidades de Moscú, fue fundamental en la formación de los cosmonautas soviéticos y de otros países socialistas; además de ser un importante centro científico, tuvo también una función cultural y de socialización. De esta forma, pudieron incorporarse los cosmonautas procedentes del bloque oriental (Alemania Oriental, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania) y de otros países socialistas (Cuba, Mongolia, Vietnam), e incluso de otros países como India y Francia.
Como parte de las necesidades del programa espacial soviético, se creó incluso una pequeña “Flota Espacial” que navegaba por todos los mares de la Tierra, escudriñando los cielos, cuyo buque insignia era el Космонавт Юрий Гагарин, el buque de investigación más grande del mundo. Gracias a sus sistemas de comunicaciones y seguimiento, servía de enlace entre el control de misión y los cosmonautas en órbita, así como centro de emisión y recepción de datos, telemetría, sistemas básicos de comando y control de trayectoria. Este buque era la cabeza más visible de una flota cuyo alumbramiento se debe a Korolev. Tras el exitoso lanzamiento del Sputnik, se hacía necesaria una red no continental de seguimiento para cuando se implementaran los primeros ensayos tripulados con humanos, pues las propias órbitas de los ingenios solo permitían seguirlos en territorio soviético nueve de cada 24 horas del día.
En 1981, con la llegada al poder de Ronald Reagan en los Estados Unidos, con su férreo discurso belicista antisoviético, se produjo el rebrote de la Guerra Fría, lo que provocó una disminución en el intercambio entre las instituciones científicas soviéticas y estadounidenses iniciada años atrás durante la etapa de distensión. Esta coyuntura coincidió con el final de la época Brézhnev y los breves mandatos de Andrópov y Chernenko, entre 1982 y 1985.
Frente al desafío que significaba el agotamiento del modelo socialista soviético, la política tecnocientífica de la etapa final de la Unión Soviética, condicionada por la compleja situación económica, no pudo compensar el rezago tecnológico, de ahí que se pensara en la apertura a Occidente con el fin de estimular el desarrollo científico y tecnológico mediante la cooperación internacional y reducir el control estatal en la ciencia y la tecnología.
A pesar de las dificultades experimentadas por el desarrollo tecnocientífico en este contexto, tuvo lugar un nuevo hito en la carrera espacial con la colocación en órbita de la estación espacial Mир en 1986, que se mantuvo operativa durante quince años, con el fin de realizar investigaciones previas a la introducción de actividades productivas en el espacio. A la estación espacial se le fueron acoplando una serie de módulos en los tres años siguientes, pero los cambios económicos y políticos que experimentaba la URSS hicieron que el programa de transbordadores espaciales soviéticos Буран, que debían enviarse al espacio para acoplarse con la Mир, se suspendiera. No obstante, se pudo batir el récord de permanencia humana en el espacio cuando los cosmonautas Владимир Титов y Муса Манаров permanecieron 366 días en el espacio entre 1987 y 1988.
Los últimos cosmonautas que representaron a la Unión Soviética fueron Александр Волков y Сергей Крикалёв, así como los últimos “ciudadanos soviéticos”, ya que no regresaron a la Tierra hasta el 25 de marzo de 1992, ya como ciudadanos de la Federación Rusa.
La vida de Yúriy Gagarin comenzó un 9 de marzo de 1934, en el pequeño pueblo de Клушино, a medio camino entre Smolensk y Moscú. Cuando tenía 11 años, la familia se mudó a la cercana ciudad de Гжатск, que sería renombrada como Gagarin tras su muerte. A los 15 años, Yúriy se mudó a Moscú, donde asistió a la escuela vocacional, trabajando como moldeador. Excelente estudiante y atleta, se graduó con honores en 1951. Ese mismo año ingresó en la Escuela Técnica de Saratov, graduándose en 1955, de nuevo con honores. Sus profesores le recordaban como un buen estudiante, estudioso, organizado, responsable e incansable. Durante el tercer año comenzó a asistir a las clases de vuelo en el aeroclub de la Escuela Técnica, que requerían de un gran esfuerzo, ya que el aeródromo se encontraba al otro lado del río, y había que coger el ferry para cruzarlo a las 3 de la mañana. Las clases en la escuela no comenzaban hasta las 9, a las que nunca llegaba tarde. Entre 1955 y 1957, cursó estudios en la Academia de las Fuerzas Aéreas en Oremburgo, en los Urales, donde conocería a su esposa, graduada en medicina, Валентина Горячева (Гагарина), con quien tendría dos hijas, Елена y Галина.
Tras graduarse, Yúriy fue enviado a servir en la Fuerza Aérea de la Flota Norte, radicada en Severomorsk, cerca de Múrmansk. En este destino se acostumbraría a volar en condiciones adversas, alcanzando un alto nivel de maestría. En octubre de 1959, llegaría a Múrmansk, al igual que a otros centros por toda la URSS, un equipo de reclutamiento que se dedicó a realizar entrevistas y exámenes médicos a los miembros de la base, aunque en un principio no se sabía el motivo.
Yúriy fue uno de los 20 elegidos, que fueron trasladados a la futura Ciudad de las Estrellas, donde fueron entrenados como cosmonautas. A finales de 1960 se seleccionó a seis candidatos entre estos 20, que serían trasladados al cosmódromo de Baikonur, donde se haría la selección definitiva.
Yúriy fue desde el primer momento el prototipo del nuevo hombre soviético, perfecto para personalizar al astronauta lanzado a la conquista del cosmos. Joven, dotado de una simpatía arrolladora, y poseedor de una sonrisa que el propio Sergey Koroliov describió como “luminosa”. También se demostró capaz de dominar las complejidades del vuelo orbital y las exigentes pruebas físicas de su entrenamiento. Yúriysiempre fue el candidato preferido para asignarle el primer vuelo espacial, incluso por votación entre sus propios compañeros cosmonautas. Aparte de sus habilidades técnicas, provenía de una familia modesta y había alcanzado el grado de oficial en la fuerza aérea soviética; dominaba intuitivamente las relaciones públicas y tenía experiencia no solo como piloto de caza, sino también como paracaidista. Y, además, era bajito: no llegaba al metro sesenta. Al contrario que alguno de sus compañeros, Yúriy no se vio envuelto en escándalos, al menos que trascendieran públicamente.
De esta forma, el 12 de abril de 1961, Yúriy se convirtió en el primer hombre en completar una órbita a la Tierra. Dos días después del aterrizaje, fue a Moscú para recibir un homenaje en la plaza Roja, junto a Jrushchov y la cúpula del partido comunista, como héroe de la URSS. Su nueva posición lo llevó a realizar una gira mundial durante dos años en la que visitó una treintena de países, y en la que compartió mesa o estrechó la mano de figuras como la reina de Inglaterra, Nehru o Fidel Castro.
En 1963, Yúriy pasó a dirigir el programa de entrenamiento del que saldría la primera cosmonauta. Después del vuelo de Valentina Tereshkova, fue ascendido a coronel, pero cada progreso en su carrera lo alejaba de volver al espacio. Además, el Kremlin le prohibió pilotar.
Tras las muertes de Korolev y Komarov, 1966 y 1967 respectivamente, cualquier esperanza de volver al espacio se desvaneció para Yúriy. Era demasiado valioso como símbolo. En 1968 solicitó regresar al servicio activo como piloto. En la nubosa mañana del 27 de marzo de 1968, en un vuelo parte del programa para revalidar su licencia, el biplaza de entrenamiento que pilotaba se estrelló. La fuerza del impacto desintegró su cuerpo y el de su copiloto. La noticia conmocionó a todo el país y se decretó duelo nacional, honor reservado hasta entonces a los jefes del Estado. En 2013, Алексе́й Лео́нов, antiguo compañero cosmonauta de Yúriy, desveló que la causa real de su muerte fue un vuelo no autorizado a una altura inadecuada de un avión supersónico que interfirió en las maniobras del caza de Yúriy y provocó la catástrofe.
Las cenizas de Yúriy reposan en las murallas del Kremlin, cerca de las de su amigo Komarov. Un año después de su muerte, los americanos pisaban la Luna, el destino que todos los soviéticos creían reservado a su héroe.
¡Muchas gracias a todos por venir! Esperamos que este ciclo de micro conferencias os haya resultado interesante.